martes, 3 de junio de 2014

Camino de la Colina de las tres cruces




Un día, sin más, de repente, la primavera se coló en nuestras vidas. Mi impresión es que surgió sin transición de ningún tipo. Era invierno y un momento más tarde  llegó el buen tiempo y empezaron a aparecer pájaros rarísimos desconocidos para mí y a salir flores y hojas por todas partes. La naturaleza se apoderó de la ciudad a lo grande. Porque aquí todo es así, a lo grande, desde el frío hasta el calor.  El paso del blanco inmaculado al verde. Del transcurrir de los días sin mucha luz a los extraños días inmensos de noches de cinco o seis horas. Y en esas estamos ahora. Si el día no se levanta nublado la luz del amanecer se cuela entre las cortinas oscuras de ventanas sin persiana (ese maravilloso invento español) haciéndonos tener la sensación de que son las diez de la mañana cuando en realidad aún no son ni las cinco. No quiero ni pensar lo que sucederá cuando lleguemos a final de mes. ¿Cuántas horas durará la oscuridad en mitad de estos días eternos en los que parece que no va a hacerse nunca del todo de noche? Es una de las cosas que impresiona a personas como nosotros, acostumbrados a tener noches de oscuridad y días de luz, más o menos durante todo el año.
Por otra parte con la llegada del buen tiempo, sin previo aviso, la gente ha tomado las calles y parece que no las abandonarán hasta septiembre, cuando en un momento, también sin avisar, llegue el frío otra vez y las personas de la ciudad se preparen para ese invierno largo, de poca luz y de frío eterno. Pero ya es casi verano, y no vamos a pensar en lo que se nos viene encima en unos meses. Ahora mismo los días soleados animan a salir a la calle y a recorrer los múltiples  espacios verdes que hay.
—Vilnius es  una ciudad colocada en medio de un bosque ¿no te parece? Hay casi tanto verde como en Asturias —me dice J. un día.
Pero yo digo que no, que Asturias es mucho más verde y más natural y  mucho más guapa, claro, ¡hasta ahí podíamos llegar! Y me medio enfado. Me niego a admitir la belleza  de esta ciudad, no vaya a ser que poco a poco me vaya enamorando de una tierra que no es la mía…
Una tarde cualquiera, ya hace días de aquello, aprovechando la primavera, nos decidimos por fin a subir a la Colina de las tres cruces, una de las visitas obligadas que yo todavía no había hecho. La tarde era muy clara y ya apretaba el calor, pero fue fácil llegar arriba del todo. Lituania es una tierra muy llana y a veces los lugares que para ellos son elevados a nosotros nos causan cierta risa. El caso es que el camino era fácil y la tarde calurosa pero agradable. Al llegar arriba, justo en la base del último repecho, había un cartelito que explicaba un poco de la historia del sitio (Vilnius es un lugar lleno de historias, eso es algo que me fascina). Parece ser que en el siglo XIII varios monjes habían sido asesinados en las inmediaciones de la colina. En memoria a aquellos monjes, en el siglo XVII se construyeron unas cruces en lo alto de la ciudad. Aquellas cruces, erigidas como homenaje a los monjes, fueron  literalmente destruidas durante la época soviética, de tal forma que su reconstrucción supuso un símbolo frente a la represión comunista sobre el pueblo lituano. Ahora, las tres cruces enormes coronan uno de los pocos puntos altos de la ciudad. Sin duda el paseo merece la pena, no solo por conocer otro pedazo de la historia intrincada de este pueblo sino también por contemplar el paisaje que se aprecia desde el altillo: el castillo a la derecha y  la extensión de una ciudad no muy grande en la que se distingue claramente la época dorada, con sus monumentos, iglesias y plazas, de la época soviética, cuyos bloques salpican algunas zonas bien demarcadas. Y luego está el verde de los árboles y prados colándose entre las casas y conformando rincones extraños dentro de una zona urbana.
El camino de vuelta lo hicimos por la otra ladera, en dirección a Užupis. Luego nos sentamos al lado del río, como hacen los lugareños, y dejamos que se gastasen los minutos de aquella tarde larga que tardó en transformarse en noche.



miércoles, 23 de abril de 2014

“Extracomunitario” versus “privilegiado”



Los colores se mezclan en las caras de los personajes de Ernesto Fidel Romero Bayter.
Me gusta poner color nos dice con esa mezcla de entonación entre español de Colombia e italiano, el mismo soniquete cantarín con el que habla Agnes, su chica.
Luego nos va mostrando los cuadros de uno en uno. Nosotros nos paramos y observamos la mezcla de tonos y el color uniforme del fondo.
Cuéntanos un poco la historia de esta persona,  ¿de dónde es?, ¿cómo la conociste? le pregunta C., nuestro amigo norteamericano, que está a punto de volar a París para luego irse a San Francisco, su ciudad, después de haber recorrido medio mundo.
Y Ernesto nos descubre alguna cosa sobre sus pinturas, sobre cómo ve a la gente que luego plasma en sus cuadros. También nos dice algo importante. Para poder pintar a alguien tiene que conocerlo bien, no puede poner color al alma de un desconocido.
Lo que quiero es dejar constancia sobre la situación de los emigrantes, sobre sus problemas.
Y nos cuenta que su exposición “Extracomunitario” va de eso, de mostrar con pintura la problemática de la emigración. Las personas de sus cuadros son de fuera de Europa, latinoamericanos y magrebíes (en Italia los llaman despectivamente harraga) que Ernesto ha conocido en Génova, la ciudad en la que vive desde hace un montón de años. Sus pinturas son el reflejo de esa otra imagen de la emigración, de la más dura, de la gente que se topa con todo tipo de trabas en esta Europa a la que le cuesta tanto dejar espacio a las personas que vienen buscando una vida mejor.
Al salir de la exposición nos vamos a tomar un café. Luego, cuando casi todos se han ido, Ernesto, Agnes y yo nos quedamos durante unos minutos hablando. Ernesto me dice que seguramente J. y yo seremos ahora mucho más conscientes de las dificultades que conlleva la expatriación. Yo me quedo en silencio y pienso en ello. Me doy cuenta de algo en lo que ya había caído, pero que conviene no dejar pasar. Muchas veces lo olvido. Luego se lo digo con total sinceridad:
—Si nos comparamos con toda esa gente, nosotros, aquí en Lituania, a pesar de estar lejos de nuestra casa, somos realmente unos privilegiados. 

viernes, 11 de abril de 2014

Mis rincones de Vilnius I. Buscando dónde se esconden las historias: el Mint Vinetu.



Parece ser que todo el mundo cree que a los filólogos nos gustan las librerías y los libros. En mi caso es un poco distinto. Me gustan los libros por las historias que esconden. Casi nunca he deseado un libro como objeto y solo guardo con primor algunos volúmenes, entre ellos una edición especial de El señor de los anillos. El resto de mis libros se apilan en montones desordenados en la casa de mis padres y en mi casa de Piñera Baxo, en la buhardilla que mi hermano nos dibujó entre madera y cielo. Otras historias las guardo en el E-book, esa especie de juguete mágico que esconde miles de letras y en el que camino entre autores, desde Jane Austen a Jo Nesbø pasando por Pardo Bazán o Isabel Allende. Ahí residen mis libros. Mis historias, sin embargo, me gusta buscarlas en distintos rincones de los sitios que visito o de los lugares donde vivo. En este caso, en Vilnius, he encontrado uno de mis espacios favoritos en plena zona antigua, en una librería-cafetería.
A lo largo de Europa he estado en algunas de esas librerías que la gente visita y de las que los autores de blogs de viajes escriben una y otra vez. Quizás dos de las más conocidas son Lello e Irmão en Oporto y la Shakespeare and Company de París.
La primera la visité el año pasado, en uno de mis muchos viajes a mi “matria”,  a Portugal. Mi buena amiga I. Me dijo que era digna de ver, pero también me descubrió el problema. Es un lugar tan conocido que está plagado de turistas. Además está prohibido sacar fotografías dentro. Vamos, que el sitio es precioso pero todo lo que lo rodea hace que resulte artificial. La gente se pasea por el interior buscando la escalera de Harry Potter y es que cuentan que J. K. visitó más de una vez  Lello e Irmão durante el tiempo que vivió en Portugal y que luego la estampa central de la librería se utilizó para recrear algunos espacios de Hogwards. A mí personalmente Lello e Irmão  no me hizo mucho tilín, pero me encantó imaginarme a Rowling circulando por Oporto, y viajando luego sola al Reino Unido, sin pareja y sin dinero, o eso cuentan, escribiendo Harry Potter, la que es para mí una de las mejores historias juveniles de todos los tiempos, en cafeterías solitarias.
La Shakespeare and Company la encontramos de forma casual en un paseo desordenado por París, ya hace un par de años de aquello. Así como a la librería de Oporto no le encontré ninguna magia especial tengo que decir que la Shakespeare and Company sí que tiene algo atrayente y misterioso. Aún hoy tengo como fondo de pantalla de mi perfil de twitter una imagen de aquel día, con J. perdido entre la gente, contento tras haber visitado aquel espacio mítico plagado de libros y de historias personales. La Shakespeare and Company fue regentada por Sylvia Beach en los años 20. Desde entonces ha sido centro de reunión y de peregrinación de muchos de los autores más importantes del siglo pasado. Ese tipo de espacios son los que me gusta visitar. Lugares repletos de historias o lugares que me traigan historias a la imaginación.  Y eso es lo que he buscado por Vilnius, y como el que busca acaba encontrando, me he dado de bruces con algunos sitios atrayentes e inspiradores. Uno de esos sitios es el Mint Vinetu, la librería-cafetería que está en Šv. Ignoto, a tres pasos de Pilies G. y muy cerca de la facultad de Filología. Ya en uno de nuestros primeros paseos por la zona antigua, han pasado unos meses de aquello, nos tropezamos con el Mint Vinetu, pero en aquella ocasión solo llegamos a mirar en el cajón de libros del exterior. 


En la mesa que hay nada más entrar, a la derecha, al lado del piano, está ahora sentada una chica morena de pelo largo. No tendrá más de veinte años. Está sola, escribiendo en un cuaderno tipo Moleskine, mientras se toma un mate en una taza especial de color plata. La chica me hace pensar en Rowling, pero no solo en la escritora inglesa, también vienen a mi cabeza historias de otras personas que escriben en cafeterías. Incluso uno de  mis amigos me ha contado que él muchas veces también escribe fuera de su casa, buscando la calma que solo se encuentra en lugares ajenos a uno mismo. Yo creo que en ocasiones es más fácil encontrar la paz dentro del propio ruido. En todo caso el Mint Vinetu es un lugar bastante tranquilo. A lo largo de la librería-cafetería hay varias mesas de disposición peculiar, rodeadas de estanterías repletas de libros. La parte delantera guarda también la barra en la que la persona correspondiente despacha cafés de todo tipo, tés, mate y pedazos de tarta de chocolate con galleta. Nada de alcohol. En la misma parte delantera está además la mesa en la que se colocan las personas que vienen por el local a hacer presentaciones de libros, recitales poéticos o incluso conciertos. 


¿Qué ofrece el Mint Vinetu aparte de lo anterior? Pues entre las diversas estanterías podemos encontrar libros de segunda mano en distintos idiomas, desde el lituano al inglés, pasando por el ruso, el francés o el alemán. En los últimos tiempos hasta ha crecido  la sección de español. Si uno curiosea y escarba puede llegar incluso a encontrar pequeñas joyas de colección, de esas que solo se hallan en lugares como Vilnius: en nuestra casa reposa ahora, como oro en paño, un cómic en esperanto editado durante la época soviética en Lituania, con el precio marcado en kopeks.
Terminamos la tarde en el Mint Vinetu, nos vamos antes de la hora de cierre, a las ocho. Yo me he tomado un té negro con leche y J. un capuchino. Además he jugado una partida de ajedrez que como siempre he perdido. 


La chica morena que escribía en la mesa de la entrada ya se ha ido con su cuaderno de notas guardado en un bolsillo sin saber que ahora ella ya es parte de una de mis historias.

domingo, 6 de abril de 2014

Ideas sobre lituanos y españoles y lo poco o mucho que nos parecemos…



Estos días han sucedido varias cosas que me han hecho retomar la idea de escribir una entrada sobre las ideas preconcebidas y los tópicos. Por un lado hemos tenido nuestra primera visita en Vilnius, que ha contribuido a darnos una visión nueva de la ciudad, por otro, los alumnos de J. han escrito unos trabajos en los que hablan sobre cómo nos ven ellos a nosotros los españoles y sobre cómo piensan que nosotros los vemos a ellos. Tópicos al fin y al cabo, ideas que muchas veces pueden tener su parte de verdad, pero que en otros casos son totalmente inciertas. Voy a desglosar aquí por puntos determinadas ideas que se me han ocurrido. Evidentemente lo que voy a explicar es mi visión personal y particular. Contaré las cosas desde mi punto de vista.

1. ¿Dónde queda Lituania? ¿Qué sabemos nosotros del país? ¿Qué saben ellos de España?
Pues bien, la realidad es que la mayoría de los españoles no saben ni dónde está Lituania. Confieso que lo primero que hice cuando supe que veníamos a pasar un tiempo fue mirar un mapa de Europa.
— ¿Lituania está en Rusia? —nos preguntaban algunos.
— ¿Forma parte de la Unión Europea? —me preguntó alguien en el INEM (¿¿no deberían saberlo??).
— ¿Esta cerca de Yugoslavia? —nos decían otros.
Y así varias barbaridades más que me hicieron ver lo mal que andamos algunos de geografía.
Por su parte los lituanos sí que saben dónde está España, y no es sólo que sepan ubicar nuestro país en el mapa, sino que también se interesan mucho por nuestra cultura y por nuestra lengua. Pero aquí llega la parte que les toca a ellos. Cuando le dices a un lituano que eres español/a te dirá en un perfecto inglés:
— ¡Me encanta España! Conozco (o “quiero conocer”) Barcelona.
Algunos incluso han visitado Madrid o el sur, pero pocos saben nada del norte.
La cultura que vendemos al exterior muchas veces es la del toro, los tablaos y otras cosas interesantísimas (o no) que a mí, como asturiana, me resultan ajenas hasta el extremo.
— ¿En Asturias no hay tablaos flamencos? —preguntan algunos con sorpresa.
Y  es entonces cuando yo recuerdo la película de Woody Allen en la que había un tipo tocando flamenco en medio de Oviedo…
2. ¿Qué se habla en Lituania? ¿Cómo nos comunicamos los españoles fuera de España?
— ¿En Lituania se habla ruso? ¿No? —me preguntaba una amiga.
Pues no, pero con matices. La lengua mayoritaria y oficial es el lituano, pero la gente que vivió la época de la URSS habla lituano y ruso. Algunos hablan también lituano y polaco o lituano y estonio, etc. El caso es que la mayoría de las personas hablan mínimo dos idiomas. Por su parte las nuevas generaciones además del lituano hablan perfectamente  inglés y algunos otros idiomas como el español, el francés o el polaco. Mínimo dos idiomas, igualito que nosotros… Si yo voy a la peluquería en Vilnius es muy probable que la chica que me corte el pelo hable inglés mucho mejor que yo. En cualquier cafetería de Vilnius una veinteañera rubia, guapa y alta te puede atender en inglés y si la apuras quizás en español. La chica de la cafetería puede que esté estudiando periodismo o idiomas o arquitectura en la universidad y que trabaje por horas para sacarse algo de dinero. Esta es otra de las cosas que define a este pueblo. Son muy muy muy trabajadores, pero eso lo comentaré en el punto siguiente.
En cuanto a la forma de hablar y comunicarse hay otra cosa que llama la atención desde el punto de vista de un español. Si te subes en el trolebús no se oye ni un alma, y si se oye, probablemente se trate de adolescentes lituanos o de personas extranjeras. El otro día entré en un centro comercial al medio día. Lo cierto es que no había mucha gente, pero se podía escuchar el silencio en todo el local. Si por el contrario se reúnen en un mismo sitio dos o más españoles (también pasa con los italianos o los griegos) enseguida se percibe el ruido y el movimiento. Los lituanos piensan que nosotros hablamos muy alto, todos a la vez y gesticulando mucho. Quizás no les falte razón, pero a mí me gusta el jolgorio que armamos.

3. Los lituanos son muy trabajadores, nosotros no tanto… ¿O sí?
Y eso es lo que piensan algunos lituanos de nosotros. Y yo en eso no les puedo dar la razón. En todos los sitios hay de todo. Yo creo que hay españoles muy trabajadores y competentes, pero luego nos gusta disfrutar de momentos de descanso y de tiempo libre.
Por nuestra parte, la idea que nosotros tenemos de ellos es que están siempre trabajando, y que cuando no trabajan están haciendo deporte o como mucho tomándose un café mientras navegan por internet. Y eso nos lleva de cabeza al punto siguiente.

4. La magia de internet en el Báltico.
—Pero, entonces ¿internet tira bien por esos países? —nos preguntaba un amigo.
Y para contestar a esa pregunta voy a reproducir en español la conversación que mantuvimos con un chico que nos enseñaba casas justo cuando llegamos a la ciudad.
J: ¿Cómo va internet?
Chico de la agencia: Bien (con cara de sorpresa).
J: ¿Se incluye en el precio del alquiler?
Chico de la agencia: ¡Por supuesto! (más cara de sorpresa).
J: ¿Pero la conexión es buena?
Chico de la agencia: Os voy a explicar una cosa que tenéis que saber. Aquí en Lituania la conexión a internet puede ser rápida, muy rápida o muy muy rápida…
Conclusión de todo esto: Tarifa plana de internet muy rápida y tele por cable unos veinte euros.
Con la telefonía pasa igual. Acabo de terminar ahora mismo el saldo que puse en mi móvil hace un mes. 10 litas (unos tres euros).
Mi propia conclusión: En España nos atracan con internet y con el móvil. ¡A ver si nos espabilamos!
Uno de los muchos anuncios de telefonía. ¡Valdrá más no pensar cuánto nos estafan las compañías españolas!
  
5. La comida lituana. Lituanos y españoles comiendo.
Por decirlo de forma clara, los lituanos piensan que nosotros comemos demasiado y que dedicamos demasiado tiempo a hacerlo. Por mi parte, yo, como española, creo que ellos comen muy poco y que lo hacen demasiado rápido. Pero no solo los lituanos piensan que comemos mucho y que desperdiciamos mucho tiempo en ello, mi profe de inglés, que es americano, pensaba que después de comer todos los españoles dormíamos la siesta…
Siguiendo con el tema de la comida, lo normal es que los lituanos coman en multiples ocasiones a lo largo del día, pero a mí me parece que no hacen tres comidas importantes, como nosotros. La comida del mediodía la pueden despachar perfectamente con una sopa y un poco de pan. Eso sí, en veinte minutos. Luego, muchas veces, beben el café por la calle o lo van a tomar a una de las muchas cafeterías con internet, donde nunca se ven televisiones, pero siempre hay una conexión excelente.
Pues eso, que comen poco y de forma ligera, a pesar de que la comida lituana puede llegar a ser bastante calórica (tienen mucho cerdo y mucho embutido). Además algunos de sus platos son muy sabrosos (un día os hablaré de la gastronomía).
Por otro lado entre que comen poco y tienen una genética excelente los lituanos (sobre todo las lituanas) pueden llegar a ser verdaderos bellezones. Y con esto paso al punto siguiente:

6. La belleza lituana no es un tópico, pero el exotismo latino/mediterráneo tampoco.
Resumiendo y sin paños calientes: Hay muchas chicas lituanas que en España nos harían girar la cabeza para mirarlas. A ellas, por su parte, parece ser que les gustan los chicos latinos, de ojos oscuros y piel morena. Como siempre no podemos generalizar con el tema belleza, que suele ser algo subjetivo, pero hay que admitir que las chicas lituanas son en general bastante guapas. Muchas tienen el pelo larguísimo (casi siempre liso), están delgadas y en general tienen los ojos de colores claros (normalmente azules o verdes). Además tienen cierta elegancia y gusto a la hora de vestir. Y diréis ¿y los hombres? Pues resulta que no existe correspondencia con este tema. Parece ser que en Lituania hay más mujeres que hombres y además ellos no se suelen cuidar tanto. Eso sí, de vez en cuando (bastante menos que en el caso de las mujeres) te puedes encontrar por la calle un hombre rubio de metro noventa y ojos azules o verdes con algún tipo de parecido a algún actor hollywoodiense… Bellezas bálticas dignas de ver, sin duda.
En cuanto a lo que ellos ven en nosotros, como aquí lo raro es tener los ojos oscuros (Lituania es uno de los países del mundo con más población con ojos claros), pues les llaman la atención nuestros ojos marrones o negros. Habrá que conformarse con eso. Alguna cosa tendremos nosotros/as también ¿no? Yo creo que a ellos les resulta atractiva nuestra forma de ser, quizás sí que somos muy ruidosos, pero también somos más cercanos y nos cuesta menos mostrar nuestra afectividad...

Hay muchas historias y más tópicos de los que me gustaría hablar, pero de momento creo que me he extendido ya bastante con esta entrada. ¿Qué os parecen mis reflexiones? ¿Alguien más se animaría a comprobar si los tópicos sobre Lituania son ciertos?