Los colores se
mezclan en las caras de los personajes de Ernesto Fidel Romero Bayter.
—Me
gusta poner color —nos dice con esa mezcla de entonación entre español
de Colombia e italiano, el mismo soniquete cantarín con el que habla Agnes, su
chica.
Luego nos va
mostrando los cuadros de uno en uno. Nosotros nos paramos y observamos la
mezcla de tonos y el color uniforme del fondo.
—Cuéntanos
un poco la historia de esta persona, ¿de
dónde es?, ¿cómo la conociste? —le pregunta C., nuestro amigo
norteamericano, que está a punto de volar a París para luego irse a San
Francisco, su ciudad, después de haber recorrido medio mundo.
Y Ernesto nos
descubre alguna cosa sobre sus pinturas, sobre cómo ve a la gente que luego
plasma en sus cuadros. También nos dice algo importante. Para poder pintar a
alguien tiene que conocerlo bien, no puede poner color al alma de un desconocido.
—Lo
que quiero es dejar constancia sobre la situación de los emigrantes, sobre sus
problemas.
Y nos cuenta
que su exposición “Extracomunitario” va de eso, de mostrar con pintura la
problemática de la emigración. Las personas de sus cuadros son de fuera de
Europa, latinoamericanos y magrebíes (en Italia los llaman despectivamente harraga) que Ernesto ha conocido en
Génova, la ciudad en la que vive desde hace un montón de años. Sus pinturas son
el reflejo de esa otra imagen de la emigración, de la más dura, de la gente que
se topa con todo tipo de trabas en esta Europa a la que le cuesta tanto dejar
espacio a las personas que vienen buscando una vida mejor.
Al salir de la
exposición nos vamos a tomar un café. Luego, cuando casi todos se han ido,
Ernesto, Agnes y yo nos quedamos durante unos minutos hablando. Ernesto me dice
que seguramente J. y yo seremos ahora mucho más conscientes de las dificultades
que conlleva la expatriación. Yo me quedo en silencio y pienso en ello. Me doy
cuenta de algo en lo que ya había caído, pero que conviene no dejar pasar.
Muchas veces lo olvido. Luego se lo digo con total sinceridad:
—Si
nos comparamos con toda esa gente, nosotros, aquí en Lituania, a pesar
de estar lejos de nuestra casa, somos realmente unos privilegiados.
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