lunes, 2 de diciembre de 2013

Nieva en Vilnius


Nieva. Esta vez cubre’l prau que tenemos delantre casa. Fuera tovía nun baxemos de tres baxo cero. Tamos a tres namás pa llegar a la temperatura mínima que vi na mio vida, al llegar a la estación de Campumanes un día pela mañana, depués de salir per Xixón o per Uviéu, quién sabe.Yá va tiempu. Nunca me gustó muncho la nieve, quiciabes de más nena, cuando vivía en Piñera y nevar yera nun dir a la escuela y salir a tirase con plásticos pela cuesta qu’hai al pie de casa. De toles menes nunca me gustó perder escuela. Yo yera d’aquella xente. Rara. Prestábame estudiar y lleer. Conocer coses. Eso sigue siendo asina.
Nieva. Nunca me gustó muncho la nieve. Cunten que cuando nací había una nevada tan escomanada que mio ma y yo nun pudimos xubir pa casa y tuvimos que tar unos díes en casa mio tía. Fai muncho d’aquello. Nieva. Yo siempre quixi vivir nun sitiu caliente, con mar y con sol. Equí nieva y yá tamos a menos tres.
Nieva y tovía ye pela mañana. Dientro d’un poco tengo de salir pa dir a clase d’inglés a casa de L., l’americana que tamién vieno a Vilnius buscando histories qu’escribir y de les qu’alcordase pa siempre. Al llau de casa garraré’l trolebús petáu de xente que va camín d’Antakalnis, una de les fasteres de la ciudá. Dirán o vendrán de trabayar. Nenos que salen de clase, paisanines que vuelven pa casa depués de comprar, obreros que terminen turnu. Xente. Xente que sigue cola so vida anque nieve. Yo apearéme na parada de Poliklínicu y ellí, como tolos díes, tará’l paisanín.
Tien que  tener unos  setenta años, quiciabes más, tien esa edá intemporal qu’algamen dalgunes persones cuando pasen de dellos años. ¿Tará ehí güei, ente la nieve? Tien un puestín na esquina de la cai, al aire llibre, ensin techu nin nada que lu tape. Viende tarros de miel, calabaces y cabeces d’ayu. Veolu cada vez que voi a inglés, nun importa’l tiempu que faga. Si llueve tápase con plásticu, si fai fríu tien un abrigón de piel vieyo, un gorru rusu y unes manoples pa calecer les manes. Ta tolos díes ehí solu nun requexu de la cera, na cai, esnin sitiu p’abellugase. Hores y hores con esa edá intemporal a la que de xuro yá duelen los güesos y les alcordances d’una dómina pasada que nesti país foi dura enforma. Yo pasaré  per  delantre d’él y como tolos díes nun seré  pa evitar el nuedu nel gargüelu al velu ellí solu, esperando que daquién-y merque cuatro puñeteros ayos. Asina ye equí. Dalgunes persones mayores tienen les pensiones tan pequeñes que se dediquen  a coses d’esti tipu pa sacar dalguna perra más, pa sobrevivir.
Voi llegar a la parada de Poliklínicu pensando, como siempre, que me prestaría comprar tolos ayos, tolos tarros y toles calabaces pa qu’él pueda por fin colar pa casa. Voi alcordame tamién nesi momentu de les paisanines que con una sorrisa nos llabios vienden ramos de flores a les puertes de ZARA. De xuro voi pensar, como tolos díes cuando paso per ehí, qu’esti ye un país remocicáu que ta agora faciéndose otra vez y al que tovía y queden munches coses qu’iguar. Apretaráme’l nuedu tovía más al pensar n’España, na situación que tuvimos y na que tenemos agora. Nes coses que tamos perdiendo y nes que nos tán quitando. ¿Voi ser  yo la que vienda flores  a les puertes d’un centru comercial dientro de cuarenta años?  ¿Vas ser tu?

martes, 12 de noviembre de 2013

Sobre tumbas y antihéroes

 
Escultura a la entrada del cementerio de Antakalnis

Y octubre se escapó entre los dedos como si fuese un puñado de granos de arena. No sé por qué pero el tiempo se me pasa de otra manera últimamente, más rápido y sin dar fruto. Quizás sea Litunia y sus horas de luz o puede que sea yo, que cada vez me dedico más a contemplar lo que me rodea. Sea como sea, llevo ya tiempo sin escribir en este blog que nació con la pretensión de ser un diario de mi estancia en Vilnius. Llevo días intentando ponerme de una vez con esta entrada y hoy, por fin, he encontrado el tiempo y la gana. La parte buena es que además del blog estoy escribiendo algo (ya era hora).
Pues bien. Lo que quiero contar sucedió hace tres semanas. Parece que fue hace una eternidad porque desde entonces los días han menguado y las hojas han desaparecido de los árboles dejando el paisaje desnudo y frío. Además, no sé por qué, pero cada vez hay más cuervos. Enormes cuervos negros de cabeza azulada. Ya lo dice George. Winter is coming. Para esta semana están previstas las primeras nieves...
Como iba contando, fue a principios de octubre, un sábado por la tarde. Salimos de casa después de comer y nos dirigimos al cementerio de Antakalnis. Aunque a alguno o alguna le pueda parecer un tanto tétrico, a lo largo de los años he encontrado verdaderas joyas escondidas en los distintos cementerios del mundo. Si tengo que recomendar alguno hablaría del mítico Père Lachaise, lugar de descanso eterno para Oscar Wilde o Morrison entre otros; del cementerio de Luarca, con Severo Ochoa como morador más ilustre; del cementerio de Deià en Mallorca, con la tumba de Robert Graves o el de Covas do Barroso, espectacular camposanto escondido en un pueblo de Tras-os-Montes, en el que están los restos de mis antepasados portugueses. Ahora, desde luego, aconsejaría  también una visita a Antakalnis a los potenciales turistas de Vilnius.  
Continúo con mi relato:
Era octubre, una tarde de sábado. El sol de Vilnius iluminaba sin calentar las calles llenas de hojas que nos llevaban hacia el cementerio. En la entrada misma, dando la bienvenida, una escultura tallada en madera era preludio de lo que íbamos a ver dentro. A lo lejos se oían voces que poco a poco se convirtieron en cantos. Ya dentro, en lo alto de una ladera sembrada de cruces, varias decenas de personas entonaban una canción que a mí se me antojó demasiado íntima y que por un momento me hizo sentir como una observadora intrusa. Eran ciudadanos polacos cantando ante las cruces de los soldados de la misma nacionalidad, muertos entre 1919 y 1920. 




Más adelante tumbas presididas por tallas de madera o mármol se levantaban a lo largo de todo el cementerio. El sol se iba poniendo y la escena era cada vez más irreal. Al fondo, a lo lejos, las imágenes gigantes de seis soldados de piedra presidían el camposanto. 

En el camino hacía las imágenes gigantes se hallaban las tumbas de soldados alemanes y rusos caídos en la primera guerra mundial, las de soldados del ejército rojo de la segunda guerra mundial y las de las víctimas civiles del año 1991. La luz de otoño dotaba al camposanto de una belleza fría  fantásmagórica. Algunas de las tumbas estaban decoradas con tallas de madera, otras con tallas de piedra haciendo referencia a la profesión del difunto. 

La tarde caía y el sol se puso finalmente al fondo de Antakalnis. Era hora de volver a casa. Ya al salir nos encontramos un enterramiento enorme con una inscripción en lituano y francés. Decía algo así: “Aquí reposan los restos de los soldados que componían la Gran Armada del Emperador Napoleón I, muertos en Vilnius en su retorno de la campaña de Rusia en diciembre de 1812”. La inscripción y la tumba hicieron que se nos despertara la curiosidad. Nos fuimos del cementerio de Antakalnis casi al anochecer con la idea de que según se acerca el invierno o es de noche todo el tiempo o está anocheciendo...
Un par de días después de la visita a Antakalnis busqué la información referida al último enterramiento del que os he hablado y lo que encontré me pareció muy interesante. La historia de Lituania me está resultando apasionante, no lo negaré.
Pues bien, en noviembre del 2001 los obreros que trabajaban excavando en una de la colinas de Vilnius hicieron un hallazgo sorprendente: Encontraron por casualidad los restos de cientos de personas (luego se supo que unas 3000). Tras el examen científico se llegó a la conclusión de que lo que habían encontrado los obreros de Vilnius eran los restos de los soldados de infantería del Ejército Imperial de Napoléon. Monedas, botones y otro tipo de utensilios también se conservan entre los cadáveres. ¿Qué sucedió entonces? Pues bien, parece ser que en junio de 1812 Napoléon, al mando de la impresionante Grand Armeé (formada por más de medio millón de soldados), toma la ciudad de Vilnius en su camino hacia Rusia. Seis meses más tarde, en pleno invierno, las tropas ya mermadísimas (se habla de unos 40.000 soldados) vuelven otra vez a pasar por Vilnius. Muchos de aquellos soldados se quedarían enterrados en el corazón de la ciudad, muertos de frío y de hambre, vencidos por la estrategia de los rusos pero también por los rigores de un invierno que las crónicas definen como durísimo. Al final, muchos de los hombres de Napoléon fueron enterrados en las trincheras que ellos mismos habían hecho meses atrás, otros fueron  quemados por miedo a la peste y a las enfermedades. Parte de aquellas trincheras fueron excavadas de nuevo de forma fortuita en este siglo XXI dando lugar al hallazgo soprendente. 
Los restos de todos aquellos soldados del ejército de Napoléon fueron enterrados en el cementerio de Antakalnis. Dicen los expertos que es más que probable que el corazón de Vilnius guarde muchos más secretos de ese tipo.
Me da por pensar en aquellos soldados, parece ser que jóvenes entre 14 y 25 años, niños muertos por una causa que seguro ni entendían, niños que no llegaron a héroes. Antihéroes quizás. También miro con aprensión el cielo, esperando la nieve que parece que va a llegar. El invierno de 30 grados bajo cero llegó a los soldados napoléonicos, cubiertos solo con las prendas de verano del ejército francés. El invierno me llegará también a mí. Ya lo dice George R.R. Martin. 
A lo lejos, frente a mi ventana, veo los cuervos picotear.

sábado, 19 de octubre de 2013

Seruenda


   
        Percuerro'l centru de la ciudá d'una vera a otra ensin mapa nin GPS nin nenguna otra cosa que me distraiga. Ye simple. Empiezo en Gedimino o na zona de la Facultá de Filoloxía y depués voi buscando Pylimo o Užupis o Pilies. Pente medies mil requexos y docenes y docenes de tiendes: de ropa, d'antigüedades, de llinu o d'eses moñeques piquiñines que tanto me gusten. Milenta coses distintes y nueves. Tovía ye ochobre y recién estrenada la seruenda, nesti país nel que'l sol calienta menos qu'una bombilla de baxu consumu, yá hai que poner abrigu, anque dalguna vez lu lleves desabrocháu y tengas que guardar guantes y gorru nos bolsos. Presta andar asina, ensin rumbu y ensin muncha priesa, pero delles veces da daqué de vértigu. Agora nun ye solo'l mieu a la fueya en blanco, tamién a les tardes escures d'esi iviernu que s'acerca poquiñín a poquiñín, nesta ciudá d’iviernu qu’agora sabe a seruenda, con toles fueyes semando'l suelu. ¡Zeus! ¡Cuántos árboles hai equí! Tirando Pilies p'abaxo y siguiendo una de les cais perpendiculares, topes como por arte de maxa  cola ilesia de Santa Ana, esi edificiu escomanáu color marrón que se ve nes postales que los turistes rusos compren nes tiendes turístiques, poques tovía, qu'hai na ciudá. De la ilesia al ríu hai namás un tiru piedra. Ye'l Vilnia, unu de los dos ríos que pasen per Vilnius, el qu'a min me fai alcordar del Güerna, dambos estrenchos y coles veres enllenes de verde y d'árboles. Agora tamién de fueyes. Ta too petao de fueya seco de color marrón, mariello y anaranxao. Ye entós cuando pienso ensin querer, sintiéndome un poco traidora,  no guapo que ye Vilnius, nes coses qu'esta ciudá de cuentu escuende nes coraes. Entós pienso tamién que ye una pena que quede a más de 2000 quilómetros d'Asturies, esa otra tierra a la que, sorprendentemente, tanto se me paez esto. 
        La tarde cai enriba ceo y píllame a la vera la catedral, depués del paséu desordenáu pel centru. Penriba los edificios qu'hai a la izquierda de  Gedimino veo ponese un sol naranxa. Alluma tan poco que pues miralu de frente ensin que te lloren los güeyos. Nesi momentu viénenme a la tiesta los atapeceres y los amaneceres que viví esti añu, quiciabes de los más guapos que viera na mio vida: un atardecer en Xixón a la vera la playa, un amanecerín en Marrakech, cola Koutobia a un llau y el sol saliendo, sonando música árabe nun taxi, camín del aeropuertu. Y agora esti. Esti atapecer de Vilnius, con una bola naranxa en cielu y esa lluz suavina ente les nubes. La lluz del Bálticu, tan distinta a la nuestra. Nesi instante nun pueo facer otra cosa que dexame llevar pola señaldá y paezme que regalaría esos amaneceres y esos atapeceres solo por poder espertar mañana pela mañana na mio casa azul. Asomame pela ventana y ver l'horru y ver detrás del teyáu la Portiel.la y oyer a la perra lladrar como lloca porque mi pá la va llevar pel monte. Ye solo un instante, unu d'esos momentos que m'atropellen mientres caleyo per Vilnius, la ciudá que, polo menos hasta xunu del añu que vien, va ser la mía. Anochez yá. Pongo'l gorru y los guantes y meto les manes nos bolsos. Yá ye hora de dir pa casa.

jueves, 10 de octubre de 2013

Historia, fotos, palabras y sensaciones en el Museo de las víctimas del genocidio

De una de las paredes de la habitación cuelga una imagen en sepia de cinco hombres situados tras unos barrotes. El que está más abajo a la izquierda es apenas un muchacho, no tendrá más de veinte años. Pienso que se parece a Paul Newman y tengo la sensación de que esa fotografía bien podría pertenecer a cualquier película bélica o carcelaria. Nada más lejos de la realidad. Me paro a reflexionar en ese preciso momento sobre la sociedad actual en la que muchas veces vemos la violencia como si fuese ficción, como una película, como algo ajeno y lejano. Me vienen a la cabeza algunas de las últimas imágenes de Siria. Estamos tan acostumbrados a la violencia que no nos damos cuenta de que es real, de que mueren personas. Como mucho sentimos pena, como me pasa a mí. Luego tenemos una especie de catarsis y durante unos momentos vemos nuestros problemas más vanos, nos alegramos de nuestra situación, sin duda mucho mejor que la de tantas personas que ahora mismo están viviendo guerras o miserias varias. 
El Museo de las víctimas del genocidio, antiguo edificio de la KGB de la ciudad de Vilnius, me hace pensar en todas esas cosas. No es fácil recorrer sus pasillos si tienes un ápice de sensibilidad y puedo decir que nunca en la vida he tenido  sensaciones parecidas en ningún otro lugar. Aseguro que en algún momento, a pesar de la calefacción y de llevar puesto el abrigo,  podía sentir un frío que me calaba hasta los mismos huesos. ¿Qué hay en ese edificio que me produjo tanto desasosiego? En realidad no es solo lo que ha quedado dentro, los recuerdos, las fotografías, las historias, los restos de las celdas, la sala de tortura, lo más inquietante es darse cuenta de lo que fue, de lo que supuso para miles de lituanos que fueron encarcelados, torturados y ejecutados dentro de esas paredes que albergaron a la Gestapo entre 1941 y 1944 y que se convirtieron luego, hasta los años 90 (¡hasta los años 90!) en edificio de la KGB en Vilnius. A lo largo de los distintos paneles explicativos el visitante va abriéndose paso entre la convulsa historia del siglo XX. El museo se centra en explicar la difícil lucha de la guerrilla partisana contra la ocupación soviética. David contra Goliat. Fotografías, imágenes, historias de familias lituanas enteras enviadas a Siberia, a lugares inhóspitos y lejanos, imágenes de partisanas y partisanos asesinados y la fotografía que más me impactó, la que sé que nunca más se me va a ir de la cabeza, la de la chica partisana a la que le destrozaron los ojos. Violencia en estado puro, represión y dolor. El museo se convierte de esta forma en un panteón que no permite olvidar, quizás porque lo que aquí sucedió aún está demasiado cerca en el tiempo.
Para entender bien lo que pasó hace falta un poco de historia. Cuento aquí, muy resumido y con muchas lagunas, un retazo de la historia de Lituania, precisamente esa parte que refleja el Museo de las víctimas del genocidio:
En junio de 1940 las tropas de la URSS ocupan Lituania, que es anexionada en agosto de ese mismo año. Justifican la ocupación en el pacto Ribbentrop-Molotov, tratado de no agresión firmado entre la Alemania nazi y la Unión Soviética (curioso tratando si tenemos en cuenta la falta de afinidad política...). A pesar de dicho pacto, Hitler, en 1941, en su afán expansionista, expulsa al Ejército Rojo de Lituania. Los soviéticos volverían a ocupar el país desde el 44  hasta los años 90. ¡Hasta los mismísimos años 90! Repito otra vez, ¡hasta hace cuatro días!
Sigamos con mi breve resumen histórico (de momento no puedo ofrecer nada más metódico). Pues bien, la URSS ocupa Lituania en contra de la voluntad de la mayoría de los lituanos, que ven como única forma de presión la guerra de guerrillas. Los soviéticos suprimen de forma brutal los intentos de resistencia lituanos (los encarcelan, los extraditan, los torturan) a la vez que reprimen la cultura y la lengua de Lituania, que se convierten de este modo en un símbolo frente a la ocupación. La situación se alarga durante años viviéndose los momentos más duros durante la época de Stalin. Más tarde se suaviza y las protestas dentro de Lituania —también en Estonia y Letonia— aumentan.
Finalmente, tras años de lucha y de represión, el polvorín  explota en las tres repúblicas bálticas a finales de los 80. El 23 de agosto de 1989 casi dos millones de personas salen a las calles pidiendo la retirada de las fuerzas de ocupación soviéticas. Estones, letones y lituanos se cogieron de las manos formando una cadena humana de más de 600 kilómetros que cruzó de lado a lado las tres repúblicas. En Lituania, a esta cadena humana se la conoce como la Baltijos kelias y fue un símbolo contra la opresión de la URSS. El 9 de noviembre del mismo año cae el Muro (curiosamente yo tengo en mi cabeza imágenes de la caída del muro de Berlín, pero hasta ahora no sabía nada de la Baltijos kelias, acontecimiento anterior en el tiempo). Tras la caída del Muro todo va en cadena. El 11 de marzo de 1990 Lituania es el primer Estado en declarar su independencia de la URSS. Moscú realiza un bloqueo económico e intenta recuperar Lituania a la fuerza. El 13 de enero del 91 fuerzas rusas asesinan a varios manifestantes no violentos y hieren a otros cientos que defendían de forma pacífica la torre de la televisión de la ciudad de Vilnius y el Parlamente lituano de los tanques soviéticos. Los hechos acaecidos en Vilnius recorren el mundo en forma de imágenes haciendo que crezcan las simpatías a favor de Lituania, Estonia y Letonia. Poco a poco los distintos países del mundo van aceptando la independencia de las tres repúblicas bálticas.
En el 2004, catorce años después de declarar su independencia, la Lietuvos Repúblika entra a formar parte de la Unión Europea.
Dejando atrás este retazo de historia, contaré que salí del Museo de las víctimas del genocidio sabiendo un poco más de Lituania y llevándome una sensación agria en la garganta. ¿Conoceremos dentro de veinte años algunos de los hechos atroces que están sucediendo ahora mismo en el mundo? Me doy cuenta, como otras tantas veces, de que los seres humanos somos capaces de lo peor, pero quizás, solo quizás, también de lo mejor. 

Incluyo aquí algunos enlaces interesantes relacionados con el tema:
http://es.wikipedia.org/wiki/Lituania  (La siempre útil Wikipedia, como bien me demostraron mis alumnos a lo largo de los años).
http://www.youtube.com/watch?v=MLGhvQ-iBUM (Imágenes de la Báltijos Kelias).


miércoles, 2 de octubre de 2013

El peso de la cultura




Como bien sabréis el término cultura ha sido definido en infinidad de ocasiones y tiene multitud de connotaciones distintas. Yo, que nunca me he caracterizado por este tipo de reflexiones filosóficas, me paro estos días a pensar en la cultura, en la filosofía y en otro tipo de cuestiones elevadas y de corte clásico (:p), lo que me hace caer en la cuenta de que se hace realidad el refrán popular que dice que “el diablo cuando no tiene que hacer mata moscas con el rabo”... De todas formas no es que me haya puesto yo a pensar en todo eso así, en frío, sin más, dándomelas ahora de un interés filosófico y existencial que casi nunca tuve, no, no es eso. Pienso en el peso de la cultura porque como expatriada recién llegada a un país que no es el mío me siento rara y un poco perdida. Llevo a cuestas la mochila cultural española, llena de modos de vida y costumbres arraigadas. Tengo que confesar que el otro día paseando sola por la ciudad, rodeada de gente con la que casi no me puedo comunicar, me dio por pensar en todos esos inmigrantes que hay en España y en lo dura que debe de ser su situación. Mi historia, evidentemente, es otra, mucho más fácil y mejor que la de ellos, pero por un instante, solo por un instante, sentí algo parecido a lo que seguramente sentirán todas esas personas que circulan (o circulaban antes de la crisis) por las ciudades españolas sin entender ni una palabra,  sin trabajo y sin amigos. Dejaré de lado estas reflexiones, grises como el día, y me pondré con el anecdotario.
El otro día salí sola, cogí el autobús y me di una vuelta por el centro, por la zona del Palacio presidencial (donde vive la presidenta de la República ) y de las facultades de Filología y Filosofía. De momento no tengo mucho que hacer de modo que me dedico a observar a la gente y a conocer cosas. La primera barrera cultural tiene que ver precisamente con eso. Aquí no está bien visto mirar (no digo cotillear, solo observar detenidamente...). Los lituanos son bastante más discretos con todos esos temas. Para muestra un botón. Ahora mismo estoy en casa escribiendo al lado de un ventanal enorme y con la cortina descorrida. Pasa gente por delante pero absolutamente nadie se para a mirar. Ni siquiera giran la cabeza con disimulo, como supongo haría yo.  Imagino esta misma situación en Mieres o en Oviedo o en cualquier otro sitio de los que conozco y seguro que la reacción de la gente no sería la misma.
Como iba contando antes de irme por las ramas, el otro día bajé a la  zona de las facultades a dar una vuelta y  a buscar a J. A. Justo al salir de una de sus clases J.A. me presentó a una compañera, una española con la que mantuve una conversación de lo más cordial. Luego, un poco más tarde, nos encontramos con otra compañera, esta vez lituana. Cuando me la presentó yo, ni corta ni perezosa, tirando de latinidad y de poco mundo, le planté a la moza dos sonoros besos en las mejillas. No os podéis ni imaginar el estupor de la chica y de la gente que tenía alrededor. Yo tardé un par de segundos en darme cuenta de que el tema de los besos no está igual de bien visto en todas partes. El peso cultural, sin duda, la mochila de costumbres que me traje de casa, junto al ordenador, los forros polares y el abrigo. La situación no llegó más allá. Ella rojísima por los dos besos, yo roja también al darme cuenta de que la chica se había sentido incomoda y J. A. aguantándose la risa y mirándonos a ambas con cara de sorna.
Esta es solamente una de las muchas anécdotas y de las situaciones que me caen encima estos días y es que lituanos y españoles tenemos cosas en común, pero también otras muchas que nos diferencian. En definitiva, la cultura y las costumbres pesan, echan raíces en nosotros y pasan desde que somos niños a formar parte de nuestro caracter. Luego decimos que los nórdicos o los bálticos son "fríos". ¿Serían así de "fríos" si hubiesen nacido en otra parte? Creo que no hace falta contestar la pregunta.
Aquí os dejo por hoy. Otro día hablaré sobre los tópicos que hay aquí sobre nosotros y os adelanto que realmente algunos se cumplen.  También, después de recibir algún correo preguntándome sobre determinados temas, os contaré cosas sobre la lengua, las comidas, los mercados, etc.
Feliz día o laba diena ;)

lunes, 30 de septiembre de 2013

Valar Morghulis



Suena el despertador en mi nueva casa. Salgo de la cama y miro el termómetro que tenemos colgado de la ventana. Cinco grados. Son las siete y media de la mañana, hora local. Casi es de día. Me asomo y veo que ya hay actividad. A lo lejos se ve a un padre que lleva a un niño con mochila, empaquetado en un plumas enorme. El barrio parece tranquilo.
Como hoy es el primer día de mi año “selvático” estoy un poco despistada y no sé por dónde empezar. Una y otra vez pienso que hay ocasiones en las que es mejor que los sueños no se hagan realidad. Toda la vida deseando tener tiempo para poder escribir y ahora que tengo el tiempo me desespero porque echo de menos mi trabajo como profesora de Llingua asturiana. A media jornada, eso sí. Para los que no sepan lo que eso significa les diré que no es un lujo precisamente. El interino es el último,  ultimísimo del engranaje de un IES. ¡Pues haber aprobado la oposición! —Diréis. Ja ja   —Os diré yo. Y no quiero hablar de mis últimos exámenes en Asturias, pero sí contaré que conozco a gente que con más de un nueve ni siquiera han hecho una triste sustitución.
Reflexiono y concluyo que ironías de la vida e injusticias varias son las que me han traído a mí a Vilnius. A otros conocidos les han llevado a Suiza o USA. La gente se va buscando la vida fuera de España. En mi caso, paradójicamente se cumple así mi sueño de siempre. Un año para escribir. Un año para intentarlo. Se despiertan entonces los fantasmas, el miedo a no poder escribir nunca más nada decente. Cuando acabo una historia siempre pienso que igual ya no hay más. Normalmente me equivoco, pero nunca se sabe.
Ahora mismo, aquí plantada, frente al ordenador, me vienen a la cabeza las imágenes de mi primer día en Vilnius, hace ya un mes, cuando solamente vine de visita, a ayudar a J.A. a buscar casa. En aquella ocasión un taxi nos llevó hasta el centro. Yo, que esperaba que esto fuese de otra manera, no sé muy bien cómo, pero de otra manera, me sorprendí gratamente. Al entrar en el casco antiguo —edificios blancos y cuidados, hermosa luz, cielo azul radiante—, absorta en mis pensamientos, creí oír al taxista diciendo algo parecido a Valar Morghulis. En ese instante un tanto raro recordé a Arya, la niña de Juego de tronos y su letanía nocturna.
Ahora, un mes después, al igual que la niña Arya, enumero una serie de personas que son culpables de que J.A. y yo no podamos vivir la vida que habíamos planeado (eso sí, yo, a diferencia de Arya, no les deseo la muerte... ). No voy a señalar a esas personas con el dedo ni voy a decir sus nombres en voz alta, pero desde luego muchos de ellos son políticos.  Políticos extranjeros que aprietan y sacan la sangre a personas que no tienen la culpa de esta crisis que nos hunde, políticos nacionales que velan por sus propios intereses mientras chupan de la teta de mamá Estado y dejan en bragas a la gente de la calle. Políticos autonómicos que cortan y recortan donde les viene en gana y que piensan solamente en la rentabilidad que sus acciones pudieran o pudiesen tener en las urnas.
Sea como sea ahora estoy en Vilnius, sentada al lado de una ventana que me descubre un día sorprendentemente soleado en este otoño lituano, tan igual y tan distinto a la seruenda asturiana. Desde aquí, tan lejos de mi casa, abro ahora esta ventana, este blog que nace sin ninguna pretensión, en el que escribiré en español o en llingua asturiana, según tenga el día, en el que, como no podía ser de otra manera, contaré las cosas desde mi punto de vista. 

Bienvenidos/as  a Vilnius. Nos vemos pronto.
:)