jueves, 10 de octubre de 2013

Historia, fotos, palabras y sensaciones en el Museo de las víctimas del genocidio

De una de las paredes de la habitación cuelga una imagen en sepia de cinco hombres situados tras unos barrotes. El que está más abajo a la izquierda es apenas un muchacho, no tendrá más de veinte años. Pienso que se parece a Paul Newman y tengo la sensación de que esa fotografía bien podría pertenecer a cualquier película bélica o carcelaria. Nada más lejos de la realidad. Me paro a reflexionar en ese preciso momento sobre la sociedad actual en la que muchas veces vemos la violencia como si fuese ficción, como una película, como algo ajeno y lejano. Me vienen a la cabeza algunas de las últimas imágenes de Siria. Estamos tan acostumbrados a la violencia que no nos damos cuenta de que es real, de que mueren personas. Como mucho sentimos pena, como me pasa a mí. Luego tenemos una especie de catarsis y durante unos momentos vemos nuestros problemas más vanos, nos alegramos de nuestra situación, sin duda mucho mejor que la de tantas personas que ahora mismo están viviendo guerras o miserias varias. 
El Museo de las víctimas del genocidio, antiguo edificio de la KGB de la ciudad de Vilnius, me hace pensar en todas esas cosas. No es fácil recorrer sus pasillos si tienes un ápice de sensibilidad y puedo decir que nunca en la vida he tenido  sensaciones parecidas en ningún otro lugar. Aseguro que en algún momento, a pesar de la calefacción y de llevar puesto el abrigo,  podía sentir un frío que me calaba hasta los mismos huesos. ¿Qué hay en ese edificio que me produjo tanto desasosiego? En realidad no es solo lo que ha quedado dentro, los recuerdos, las fotografías, las historias, los restos de las celdas, la sala de tortura, lo más inquietante es darse cuenta de lo que fue, de lo que supuso para miles de lituanos que fueron encarcelados, torturados y ejecutados dentro de esas paredes que albergaron a la Gestapo entre 1941 y 1944 y que se convirtieron luego, hasta los años 90 (¡hasta los años 90!) en edificio de la KGB en Vilnius. A lo largo de los distintos paneles explicativos el visitante va abriéndose paso entre la convulsa historia del siglo XX. El museo se centra en explicar la difícil lucha de la guerrilla partisana contra la ocupación soviética. David contra Goliat. Fotografías, imágenes, historias de familias lituanas enteras enviadas a Siberia, a lugares inhóspitos y lejanos, imágenes de partisanas y partisanos asesinados y la fotografía que más me impactó, la que sé que nunca más se me va a ir de la cabeza, la de la chica partisana a la que le destrozaron los ojos. Violencia en estado puro, represión y dolor. El museo se convierte de esta forma en un panteón que no permite olvidar, quizás porque lo que aquí sucedió aún está demasiado cerca en el tiempo.
Para entender bien lo que pasó hace falta un poco de historia. Cuento aquí, muy resumido y con muchas lagunas, un retazo de la historia de Lituania, precisamente esa parte que refleja el Museo de las víctimas del genocidio:
En junio de 1940 las tropas de la URSS ocupan Lituania, que es anexionada en agosto de ese mismo año. Justifican la ocupación en el pacto Ribbentrop-Molotov, tratado de no agresión firmado entre la Alemania nazi y la Unión Soviética (curioso tratando si tenemos en cuenta la falta de afinidad política...). A pesar de dicho pacto, Hitler, en 1941, en su afán expansionista, expulsa al Ejército Rojo de Lituania. Los soviéticos volverían a ocupar el país desde el 44  hasta los años 90. ¡Hasta los mismísimos años 90! Repito otra vez, ¡hasta hace cuatro días!
Sigamos con mi breve resumen histórico (de momento no puedo ofrecer nada más metódico). Pues bien, la URSS ocupa Lituania en contra de la voluntad de la mayoría de los lituanos, que ven como única forma de presión la guerra de guerrillas. Los soviéticos suprimen de forma brutal los intentos de resistencia lituanos (los encarcelan, los extraditan, los torturan) a la vez que reprimen la cultura y la lengua de Lituania, que se convierten de este modo en un símbolo frente a la ocupación. La situación se alarga durante años viviéndose los momentos más duros durante la época de Stalin. Más tarde se suaviza y las protestas dentro de Lituania —también en Estonia y Letonia— aumentan.
Finalmente, tras años de lucha y de represión, el polvorín  explota en las tres repúblicas bálticas a finales de los 80. El 23 de agosto de 1989 casi dos millones de personas salen a las calles pidiendo la retirada de las fuerzas de ocupación soviéticas. Estones, letones y lituanos se cogieron de las manos formando una cadena humana de más de 600 kilómetros que cruzó de lado a lado las tres repúblicas. En Lituania, a esta cadena humana se la conoce como la Baltijos kelias y fue un símbolo contra la opresión de la URSS. El 9 de noviembre del mismo año cae el Muro (curiosamente yo tengo en mi cabeza imágenes de la caída del muro de Berlín, pero hasta ahora no sabía nada de la Baltijos kelias, acontecimiento anterior en el tiempo). Tras la caída del Muro todo va en cadena. El 11 de marzo de 1990 Lituania es el primer Estado en declarar su independencia de la URSS. Moscú realiza un bloqueo económico e intenta recuperar Lituania a la fuerza. El 13 de enero del 91 fuerzas rusas asesinan a varios manifestantes no violentos y hieren a otros cientos que defendían de forma pacífica la torre de la televisión de la ciudad de Vilnius y el Parlamente lituano de los tanques soviéticos. Los hechos acaecidos en Vilnius recorren el mundo en forma de imágenes haciendo que crezcan las simpatías a favor de Lituania, Estonia y Letonia. Poco a poco los distintos países del mundo van aceptando la independencia de las tres repúblicas bálticas.
En el 2004, catorce años después de declarar su independencia, la Lietuvos Repúblika entra a formar parte de la Unión Europea.
Dejando atrás este retazo de historia, contaré que salí del Museo de las víctimas del genocidio sabiendo un poco más de Lituania y llevándome una sensación agria en la garganta. ¿Conoceremos dentro de veinte años algunos de los hechos atroces que están sucediendo ahora mismo en el mundo? Me doy cuenta, como otras tantas veces, de que los seres humanos somos capaces de lo peor, pero quizás, solo quizás, también de lo mejor. 

Incluyo aquí algunos enlaces interesantes relacionados con el tema:
http://es.wikipedia.org/wiki/Lituania  (La siempre útil Wikipedia, como bien me demostraron mis alumnos a lo largo de los años).
http://www.youtube.com/watch?v=MLGhvQ-iBUM (Imágenes de la Báltijos Kelias).


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