martes, 12 de noviembre de 2013

Sobre tumbas y antihéroes

 
Escultura a la entrada del cementerio de Antakalnis

Y octubre se escapó entre los dedos como si fuese un puñado de granos de arena. No sé por qué pero el tiempo se me pasa de otra manera últimamente, más rápido y sin dar fruto. Quizás sea Litunia y sus horas de luz o puede que sea yo, que cada vez me dedico más a contemplar lo que me rodea. Sea como sea, llevo ya tiempo sin escribir en este blog que nació con la pretensión de ser un diario de mi estancia en Vilnius. Llevo días intentando ponerme de una vez con esta entrada y hoy, por fin, he encontrado el tiempo y la gana. La parte buena es que además del blog estoy escribiendo algo (ya era hora).
Pues bien. Lo que quiero contar sucedió hace tres semanas. Parece que fue hace una eternidad porque desde entonces los días han menguado y las hojas han desaparecido de los árboles dejando el paisaje desnudo y frío. Además, no sé por qué, pero cada vez hay más cuervos. Enormes cuervos negros de cabeza azulada. Ya lo dice George. Winter is coming. Para esta semana están previstas las primeras nieves...
Como iba contando, fue a principios de octubre, un sábado por la tarde. Salimos de casa después de comer y nos dirigimos al cementerio de Antakalnis. Aunque a alguno o alguna le pueda parecer un tanto tétrico, a lo largo de los años he encontrado verdaderas joyas escondidas en los distintos cementerios del mundo. Si tengo que recomendar alguno hablaría del mítico Père Lachaise, lugar de descanso eterno para Oscar Wilde o Morrison entre otros; del cementerio de Luarca, con Severo Ochoa como morador más ilustre; del cementerio de Deià en Mallorca, con la tumba de Robert Graves o el de Covas do Barroso, espectacular camposanto escondido en un pueblo de Tras-os-Montes, en el que están los restos de mis antepasados portugueses. Ahora, desde luego, aconsejaría  también una visita a Antakalnis a los potenciales turistas de Vilnius.  
Continúo con mi relato:
Era octubre, una tarde de sábado. El sol de Vilnius iluminaba sin calentar las calles llenas de hojas que nos llevaban hacia el cementerio. En la entrada misma, dando la bienvenida, una escultura tallada en madera era preludio de lo que íbamos a ver dentro. A lo lejos se oían voces que poco a poco se convirtieron en cantos. Ya dentro, en lo alto de una ladera sembrada de cruces, varias decenas de personas entonaban una canción que a mí se me antojó demasiado íntima y que por un momento me hizo sentir como una observadora intrusa. Eran ciudadanos polacos cantando ante las cruces de los soldados de la misma nacionalidad, muertos entre 1919 y 1920. 




Más adelante tumbas presididas por tallas de madera o mármol se levantaban a lo largo de todo el cementerio. El sol se iba poniendo y la escena era cada vez más irreal. Al fondo, a lo lejos, las imágenes gigantes de seis soldados de piedra presidían el camposanto. 

En el camino hacía las imágenes gigantes se hallaban las tumbas de soldados alemanes y rusos caídos en la primera guerra mundial, las de soldados del ejército rojo de la segunda guerra mundial y las de las víctimas civiles del año 1991. La luz de otoño dotaba al camposanto de una belleza fría  fantásmagórica. Algunas de las tumbas estaban decoradas con tallas de madera, otras con tallas de piedra haciendo referencia a la profesión del difunto. 

La tarde caía y el sol se puso finalmente al fondo de Antakalnis. Era hora de volver a casa. Ya al salir nos encontramos un enterramiento enorme con una inscripción en lituano y francés. Decía algo así: “Aquí reposan los restos de los soldados que componían la Gran Armada del Emperador Napoleón I, muertos en Vilnius en su retorno de la campaña de Rusia en diciembre de 1812”. La inscripción y la tumba hicieron que se nos despertara la curiosidad. Nos fuimos del cementerio de Antakalnis casi al anochecer con la idea de que según se acerca el invierno o es de noche todo el tiempo o está anocheciendo...
Un par de días después de la visita a Antakalnis busqué la información referida al último enterramiento del que os he hablado y lo que encontré me pareció muy interesante. La historia de Lituania me está resultando apasionante, no lo negaré.
Pues bien, en noviembre del 2001 los obreros que trabajaban excavando en una de la colinas de Vilnius hicieron un hallazgo sorprendente: Encontraron por casualidad los restos de cientos de personas (luego se supo que unas 3000). Tras el examen científico se llegó a la conclusión de que lo que habían encontrado los obreros de Vilnius eran los restos de los soldados de infantería del Ejército Imperial de Napoléon. Monedas, botones y otro tipo de utensilios también se conservan entre los cadáveres. ¿Qué sucedió entonces? Pues bien, parece ser que en junio de 1812 Napoléon, al mando de la impresionante Grand Armeé (formada por más de medio millón de soldados), toma la ciudad de Vilnius en su camino hacia Rusia. Seis meses más tarde, en pleno invierno, las tropas ya mermadísimas (se habla de unos 40.000 soldados) vuelven otra vez a pasar por Vilnius. Muchos de aquellos soldados se quedarían enterrados en el corazón de la ciudad, muertos de frío y de hambre, vencidos por la estrategia de los rusos pero también por los rigores de un invierno que las crónicas definen como durísimo. Al final, muchos de los hombres de Napoléon fueron enterrados en las trincheras que ellos mismos habían hecho meses atrás, otros fueron  quemados por miedo a la peste y a las enfermedades. Parte de aquellas trincheras fueron excavadas de nuevo de forma fortuita en este siglo XXI dando lugar al hallazgo soprendente. 
Los restos de todos aquellos soldados del ejército de Napoléon fueron enterrados en el cementerio de Antakalnis. Dicen los expertos que es más que probable que el corazón de Vilnius guarde muchos más secretos de ese tipo.
Me da por pensar en aquellos soldados, parece ser que jóvenes entre 14 y 25 años, niños muertos por una causa que seguro ni entendían, niños que no llegaron a héroes. Antihéroes quizás. También miro con aprensión el cielo, esperando la nieve que parece que va a llegar. El invierno de 30 grados bajo cero llegó a los soldados napoléonicos, cubiertos solo con las prendas de verano del ejército francés. El invierno me llegará también a mí. Ya lo dice George R.R. Martin. 
A lo lejos, frente a mi ventana, veo los cuervos picotear.

4 comentarios:

  1. Mira, coincidimos en esa especie de gusto por recorrer cementerios y encontrar las historias y belleza que hay en ellos. Ya que hablabas de los Polacos, te recomiendo si alguna vez tienes ocasión y si no lo conoces ya, los cementerios cristiano y judío del norte de Varsovia. Están llenos de historia, obviamente sobre todo de la segunda guerra mundial, pero son verdaderos jardines, más bien bosques llenos de arte. Especialmente la tumba de el director Krzysztof Kieslowski, una escultura de unas manos encuadrando un plano. También está bien el que está junto a la sinagoga de Cracovia, en el antiguo barrio judío, es pequeño pero realmente sobrecoge.Ah, y en París el otro cementerio el que está en el barrio latino, aunque solo sea por ver la tumba de Cortazar, a mí ya me compensó. Andan por allí también Sartre y Simone de beauvoir.
    Pues nada, que me enrollo. A seguir bien por Vilnius.
    Eva D.

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    1. Gracias por el comentario. Tenemos pensado visitar Varsovia próximamente, de modo que tendré en cuenta tus indicaciones e iremos a los lugares que señalas. El cementerio del barrio latino de París tendrá que esperar a una próxima visita...
      En esta entrada no mencioné otros dos sitios que también recomendaría visitar. Uno es el conjunto monacal de Glendalough, en Irlanda. Me lo recomendó un amigo y la verdad que es un lugar muy especial. Tiene algo. El otro es el cementerio de La Carriona, en Avilés.
      Nada más, guapa. Gracias por leerme. :)

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  2. Nun t'esmolezas por nun escribir... Dame que tas semando y que dientro poco aflorarán eses sensaciones qu'agora tas teniendo. Pue pasate como a Vilnius cola historia: que dientro un tiempu asomen les sensaciones soterraes de munchu tiempu p'asombru de viaxeros y pelegrinos. Nun t'esmolezas por nun escribir, pero escribi, porque dende esti llau de la pantalla hai xente qu'aguarda les tos lletres.

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    1. Gracies Pablo. Les tos palabres siempres son d'ánimu y eso ye daqué que s'agradez nun amigu. De momentu sigo per equí intentándolo. Un abrazu.

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