jueves, 16 de enero de 2014

Reflexiones sobre la sanidad española y la sanidad lituana

      Llevo días queriendo hacer esta entrada del blog, pero siempre he encontrado alguna disculpa, quizás porque me resulta un tanto incómodo hablar del tema, quizás porque me parece algo personal, y muchas veces cuesta escribir de cosas personales. Siempre preferí inventar que contar cosas reales. Ante esta última reflexión no puedo más que traer a mi memoria las palabras de Xuan Bello que muchas veces hago mías: “La verdá tamién se inventa: la vida, mírese per onde se mire, ye siempre una mentira más o menos bien contada”.  
      Sea como sea, el caso es que hacía días que este tema me rondaba la cabeza. También llevo tiempo pensando en escribir sobre la educación en España, cosa de la que puedo hablar con bastante conocimiento de causa. Próximamente en sus ordenadores...
       En cuanto al tema sanitario estos últimos días me he “encabronado”, y perdonadme la expresión, pero es que es la que mejor define lo que siento, con el nuevo decreto según el cual si eres un “joven aventurero” que pasa al año más de tres meses fuera de España, pierdes la sanidad pública. No puedo expresar con palabras lo que siento ante este tipo de cosas que me alejan poco a poco de mi casa, de mi país. No puedo dejar de decir la vergüenza y la grima que me producen estos nuestros políticos que velan solo por sus intereses, dejándonos a los demás tirados, vendidos. Ahora, una cosa les diría (y si mi exquisita educación de escuela pública me lo permitiese quizás les diría algo más…): ¡Hagan el favor de no pedir mi voto en las próximas elecciones! ¡No llenen el buzón de mi casa con sus papeles y sus absurdas promesas! ¡Váyanse ustedes a…!
      Muchas veces solo nos queda el derecho al pataleo. En este caso, más que nunca, trato de ejercerlo en este pequeño escaparate.
       Todo esto quería decir, esto y mucho más, porque considero que en España siempre tuvimos una excelente sanidad pública, esa misma que ahora mismo nos están arrebatando, segando, mermando, con la disculpa de esta crisis de la que según ellos ya estamos saliendo.
        Cuando hace un mes pensé en hacer esta entrada en mi blog no imaginé que fuese a empezar así. Mi idea era simplemente hablar de la sanidad lituana y compararla con la nuestra. Quería hablar de la sanidad lituana porque sin comerlo ni beberlo, la conocí por dentro antes de lo que pensaba...
       A principios del verano pasado a J. le dijeron que le daban trabajo en Vilnius. Lo primero que hice yo (después de protestar, llorar y patalear) fue buscar información sobre la ciudad y sobre el país en general y los pelos se me pusieron como escarpias leyendo cosas sobre la sanidad del país. Tengo que decir ahora, ya con conocimiento de causa, que lo que leí en uno de aquellos blogs espeluznantes se aleja bastante de la realidad. Lo puedo contar porque lo he vivido. Experiencias nos da la vida. El caso fue que antes de venir, como me daba miedo el tema sanitario y teniendo en cuenta lo hipocondríaca que soy,  me hice un seguro de viaje que incluía un seguro sanitario. Un par de veces tuve que ir a una clínica de Vilnius y mi primera impresión fue que la sanidad privada de aquí nada tiene que envidiar a la nuestra. El caso es que en una de esas visitas me detectaron un pequeño problema ginecológico bastante surrealista (permitidme no entrar en detalles, solo fue una de esas cosas raras que me pasan a veces). Esto sucedió un  jueves y cuál fue mi sorpresa cuando me dijeron que como muy tarde el sábado tenía que pasar por quirófano ya que me tenían que hacer una pequeña intervención nada peligrosa pero sí muy urgente. Todo se planteó así, de repente, sin darme tiempo a pensar. El médico que me atendió me dijo que no podía esperar y que teníamos que contactar con nuestro seguro para planificar la operación o ir urgentemente a la sanidad pública. Al final nos fuimos a la pública  a la mañana siguiente, ya que tengo acceso a la  sanidad lituana al estar aquí apuntada como demandante de empleo (otra historia que contaré otro día). Tengo que decir llegados a este punto que el trato que me dispensaron tanto  los médicos/as como las enfermeras (solo había mujeres) fue inmejorable. A pesar de la distancia idiomática todo se arregló con la ayuda de nuestra amiga M., algo de inglés y mucha voluntad por parte de todos, de tal manera que entré en el hospital a las diez de la mañana y salí a las diez de la  noche. En ese tiempo sí que vi cosas que me llamaron la atención, pero desde luego nada malo. Fui atendida de forma rápida y efectiva. Para el anecdotario particular quedaron cosas como el entrar andando en el quirófano mientra ayudaba a la enfermera a empujar la camilla (no tienen celadores), la bata de ositos  a juego con el camisón de franela rosa chicle o las zapatillas unisex talla cuarenta y siete, historias para contar, desde luego. El caso es que aparte de pequeños detalles no encontré demasiadas diferencias entre nuestros hospitales y los suyos, tal vez, eso sí, que en los hospitales lituanos no hay gente de visita y no se oye ni un ruido en toda la planta.
       Así fue mi experiencia en la sanidad de Lituania. Todo bien a pesar del mal trago. No deja de ser curioso que me hayan atendido tan bien en un país que no es el mío, mientras en mi propia patria reniegan de mí por haber tenido que salir fuera. Ironías de la vida. 

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