Suena el
despertador en mi nueva casa. Salgo de la cama y miro el termómetro que tenemos
colgado de la ventana. Cinco grados. Son las siete y media de la mañana, hora
local. Casi es de día. Me asomo y veo que ya hay actividad. A lo lejos se ve a
un padre que lleva a un niño con mochila, empaquetado en un plumas enorme. El
barrio parece tranquilo.
Como hoy es
el primer día de mi año “selvático” estoy un poco despistada y no sé por dónde
empezar. Una y otra vez pienso que hay ocasiones en las que es mejor que los
sueños no se hagan realidad. Toda la vida deseando tener tiempo para poder
escribir y ahora que tengo el tiempo me desespero porque echo de menos mi
trabajo como profesora de Llingua asturiana. A media jornada, eso sí.
Para los que no sepan lo que eso significa les diré que no es un lujo
precisamente. El interino es el último,
ultimísimo del engranaje de un IES. ¡Pues haber aprobado la oposición!
—Diréis. Ja ja —Os diré yo. Y no
quiero hablar de mis últimos exámenes en Asturias, pero sí contaré que conozco
a gente que con más de un nueve ni siquiera han hecho una triste sustitución.
Reflexiono y
concluyo que ironías de la vida e injusticias varias son las que me han traído
a mí a Vilnius. A otros conocidos les han llevado a Suiza o USA. La gente se va
buscando la vida fuera de España. En mi caso, paradójicamente se cumple así mi
sueño de siempre. Un año para escribir. Un año para intentarlo. Se despiertan
entonces los fantasmas, el miedo a no poder escribir nunca más nada decente.
Cuando acabo una historia siempre pienso que igual ya no hay más. Normalmente
me equivoco, pero nunca se sabe.
Ahora mismo,
aquí plantada, frente al ordenador, me vienen a la cabeza las imágenes de mi
primer día en Vilnius, hace ya un mes, cuando solamente vine de visita, a
ayudar a J.A. a buscar casa. En aquella ocasión un taxi nos llevó hasta el
centro. Yo, que esperaba que esto fuese de otra manera, no sé muy bien cómo,
pero de otra manera, me sorprendí gratamente. Al entrar en el casco antiguo
—edificios blancos y cuidados, hermosa luz, cielo azul radiante—, absorta en
mis pensamientos, creí oír al taxista diciendo algo parecido a Valar Morghulis.
En ese instante un tanto raro recordé a Arya, la niña de Juego de tronos
y su letanía nocturna.
Ahora, un mes después, al igual que la niña Arya,
enumero una serie de personas que son culpables de que J.A. y yo no podamos
vivir la vida que habíamos planeado (eso sí, yo, a diferencia de Arya, no les
deseo la muerte... ). No voy a señalar a esas personas con el dedo ni voy a
decir sus nombres en voz alta, pero desde luego muchos de ellos son
políticos. Políticos extranjeros que
aprietan y sacan la sangre a personas que no tienen la culpa de esta crisis que
nos hunde, políticos nacionales que velan por sus propios intereses mientras
chupan de la teta de mamá Estado y dejan en bragas a la gente de la calle.
Políticos autonómicos que cortan y recortan donde les viene en gana y que
piensan solamente en la rentabilidad que sus acciones pudieran o pudiesen tener
en las urnas.
Sea como sea
ahora estoy en Vilnius, sentada al lado de una ventana que me descubre un día
sorprendentemente soleado en este otoño lituano, tan igual y tan distinto a la seruenda
asturiana. Desde aquí, tan lejos de mi casa, abro ahora esta ventana, este blog
que nace sin ninguna pretensión, en el que escribiré en español o en llingua
asturiana, según tenga el día, en el que, como no podía ser de otra manera,
contaré las cosas desde mi punto de vista.
Bienvenidos/as a Vilnius. Nos
vemos pronto.
:)
Genial. Ya tienes un "flan".
ResponderEliminar¡¡A por toes Paula!! Esti ye'l to tiempu...
ResponderEliminarPues muchísima suerte y que esta nueva etapa os resulte llena de cosas buenas, un abrazo para los dos!
ResponderEliminarCómo me presta lleete Paula!♥
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